27 de octubre de 2019 - Si nuestra oracion debe ser humilde, nuestra vida tambien debe ser humilde

XXX Domingo ordinario
Lecturas del dia
A primera vista, la lectura del evangelio de hoy puede parecer sobre el orgullo versus la humildad, sobre justicia propia versus confiar en la misericordia de Dios. En realidad, sin embargo, Lucas continúa su reflexión sobre la oración. La semana pasada, su énfasis estaba en "la necesidad de orar siempre sin cansarse". Esta semana, su enfoque está en la oración como una extensión de la vida.
Permítanme proporcionar el contexto de la lectura del evangelio de hoy. El fariseo y el recaudador de impuestos se presentan ante Dios en oración. Es importante conocer sus vidas. Sorprendentemente, la figura importante en esta historia son las personas no mencionadas: los romanos. Varios segmentos de la sociedad palestina reaccionaron de manera diferente a la ocupación romana. Los fariseos respondieron con una resurgente fidelidad a la ley. Pero no todos tenían esta opción. La sociedad palestina de la época de Jesús era una sociedad empobrecida. La gente tenía que ganarse la vida para alimentar a sus familias. Algunos de ellos trabajaron a regañadientes para los romanos simplemente para ganarse la vida. Los recaudadores de impuestos eran una de esas personas. La actitud del fariseo hacia el recaudador de impuestos y la actitud de los recaudadores de impuestos hacia sí mismo fue determinada por su respectiva respuesta a los romanos. Los fariseos veían a los recaudadores de impuestos como traidores a la identidad nacional y religiosa. Los recaudadores de impuestos, por otro lado, sabían que la gente los despreciaba. En realidad, entonces, la realidad social del tiempo de Jesús se estaba desarrollando en el templo. Las oraciones del fariseo y el recaudador de impuestos fueron un reflejo de su vida.

1. La oración es vida, la vida es oración. La semana pasada, prediqué una homilía sobre "la oración es vida y la vida es oración". Lo que el fariseo y el recaudador de impuestos traen ante Dios es la vida tal como la vivieron. En este primer punto, no quiero centrarme en la diferencia entre el fariseo y el recaudador de impuestos, sino en nosotros. ¿Cuál es la conexión entre nuestra vida y nuestra oración? Cuando venimos ante Dios en oración, ¿somos las mismas personas que viven nuestra vida allá afuera? Y lo que vivimos allá afuera, ¿es consistente con nuestra oración? ¿Hay una dicotomía entre nuestra vida y nuestra oración? ¿Hay una dicotomía entre la vida que vivimos y la persona que está delante de Dios? 
   
   2. La oración está formada por la vida. Creo que nuestra oración a menudo está formada por nuestra vida. Nuestra oración sólo va a ser quienes somos en la vida. Si somos personas enojadas y divisivas, entonces, cuando nos presentemos ante Dios, nuestra oración será enojada y divisiva. Si juzgamos a las personas y las condenamos a medida que avanzamos en nuestras vidas, entonces llevamos estas actitudes a nuestra oración. Si somos personas amorosas, nuestra oración rebosará de amor. Vemos esto en la parábola. Los recaudadores de impuestos conocían el impacto de sus acciones en la sociedad. Algunos de ellos, como Zaqueo, incluso extorsionaron dinero. Sabían que necesitaban del arrepentimiento y la misericordia de Dios. Quizás es por eso que respondieron más fácilmente a Jesús que los fariseos. Los fariseos, por otro lado, desarrollaron una actitud de justicia propia en relación con los recaudadores de impuestos. Esto los llevó a tratar incluso a Jesús con condenación. Las actitudes del fariseo y el recaudador de impuestos se manifiestan en su oración ante Dios. El fariseo oró por su justicia propia y su juicio y por otra parte los recaudadores de impuestos por su necesidad de arrepentimiento y la misericordia de Dios. Nuestra oración sólo puede ser quienes somos en la vida. Si nuestra oración debe ser humilde, entonces nuestras vidas deben ser humildes; y si tu vida es  humilde, nuestra oración se volverá también humilde. 
   
   3. La vida es formada por la oración. Permítanme compartir una historia de mis días de seminario. Estaba en los primeros años del  seminario cuando comencé a tomar en serio mi relación con Dios. Como era de esperar, me encontré pasando un momento de silencio en oración en la capilla del seminario. Me dio mucho contentamiento y esperaba tomar más tiempo para estar con Dios en oración. Irónicamente, sin embargo, mi oración estaba comenzando a darme una sensación de superioridad sobre otros seminaristas que no se tomaron el tiempo para orar. Encontré una gran satisfacción al encontrarme mejor que los demás, o al menos, pensé que era mejor que los demás. Las cosas empeoraron antes de mejorar. Llegué muy brevemente a una etapa en la que me sentiría infeliz de ver a ciertos seminaristas rezar, especialmente, aquellos con los que tuve dificultades para llevarme bien. Me dio la sensación de que estaba perdiendo mi superioridad espiritual sobre ellos. Me tomó un tiempo para descubrir que estaba orando, como el fariseo en la lectura del evangelio de hoy, me estaba engañando a mí mismo. Qué fácil es hacer de nuestra oración una herramienta opresiva. La oración puede convertirse en un medio de opresión. 
   
   

Esta Eucaristía es la oración de Jesús ofrecida en nuestro nombre. Es la oración más sincera y poderosa. Unamos nuestras vidas y nuestra oración con la oración de Jesús. Permitamos que la oración de Jesús moldee nuestras vidas. Como el recaudador de impuestos, digamos: "¡Ten piedad de mí, que soy un pecador!" Unámonos con la oración y la vida de Jesús. Entonces vivamos esta oración cada día. 
Padre Satish Joseph